“Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que
tiene entrada abierta a la luz. En ellas están desde niños con las piernas y el
cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de
ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y
más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el
fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un
tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan
delante del público para mostrar, por encima del biombo los muñecos.
Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan
toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en
piedra y madera de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros
callan.
No se han visto ni entre sí ni las cosas que pasan, sino sólo las sombras
proyectadas por el fuego en el fondo de la caverna.
Si dialogaran entre sí, entenderían que están hablando de los objetos que
pasan, sin saber que son meras sombras. Y si la prisión contara con un eco y
los que pasan detrás del tabique hablara, creerán que lo que oyen proviene de
la sombra que tienen delante.
Así, los prisioneros tendrán por real las sombras de los objetos
artificiales transportados.
Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de
su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos
fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar
mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento
fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. Y si
se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerán los ojos? Considerará
primero que las cosas de antes eran más verdaderas.
Necesitará acostumbrarse para poder llegar a mirar las cosas de arriba.
Primero miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los
hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los
objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y
el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que,
durante el día, el sol y la luz del sol.
Finalmente, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros
lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su
propio ámbito.
Después de lo cual concluiría que es el sol quien produce las estaciones y
los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa
de las cosas que ellos habían visto.
Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría que había allí
y de sus antiguos compañeros de cautiverio, ¿no se sentiría feliz del cambio y
lástima por los prisioneros?
Y si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría
ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? Y
mientras tanto, ¿no se expondría al ridículo ante sus antiguos compañeros, y
dirían de él que por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos,
y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase
desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo tomarían, si pudieran tenerlo en
sus manos, y matarlo?
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