σπερ γαρ τα των νυκτερδων μματα προς το φγγος χει το μεθ’ μραν, οτω και της μετρας ψυχης νους προς τα τ φσει φανερτατα πντων.

“Ciertamente, del mismo modo en que se encuentran los ojos del murciélago ante la luz del día, así se encuentra el entendimiento de nuestra alma ante las cosas más evidentes de todas por naturaleza.”

(Met. 993b 9-11)

jueves, 16 de octubre de 2014

Programa III - 17/11/11 LAS MUSAS

Una de las primeras cosas que se estudian en la filosofía antigua es lo que se conoce como paso del Mito al Logos. El paso de lo mítico a lo racional. Cuando las respuestas a las grandes preguntas dejan de ser respondidas con los mitos que se pierden en la historia y comienzan a responderse en forma racional. Normalmente se considera primer filósofo a Tales, que responde lo mismo que Hesíodo, de algún modo. Que el principio, que la causa única y primera de todas las cosas es el agua. Que en donde estaba lo húmedo había vida, y donde faltaba, había muerte. Ya lo planteaba la cosmogonía de Hesíodo, al poner entre los primeros dioses a Océano.
Desde allí, hay distintas relaciones y distintos momentos entre la filosofía y los mitos, la filosofía y las musas. A veces en una buena relación; a veces en forma opuesta.

Hesíodo
Hesíodo fue un campesino de mediados del siglo VIII a.C. Tenía un rebaño que apacentaba en el monte Helicón, donde se le manifiestan las musas.
La Teogonía de Hesíodo comienza con la inspiración de las musas. Las musas se van a dirigir a este pastor de Beocia y van a ser la garantía de la veracidad de lo que va a contar.
“Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mí en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida:
«¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan sólo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdad; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad!»
Así hablaron las hijas de Zeus. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final.”

Parménides
Parménides nació en Elea en la segunda mitad del siglo VI a.C. En su filosofía trae una novedad con un principio racional: El ser es y el no-ser no es. Este principio le fue revelado por la diosa Dike.
A Parménides no son las musas quienes lo van a guiar, sino las ninfas:
“Los caballos que tiraban de mi carro me llevaron por el camino famoso de la divinidad que conduce al hombre sabio a través de todas las ciudades. Las ninfas guiaban mis pasos. Las hijas de Helios abandonaron la mansión de la noche para guiarme hacia la luz y apartaron con sus manos los velos que cubrían sus cabezas. Allí se encuentran las puertas que dan a los caminos de la noche y del día. La puerta está cerrada por fuertes hojas y Dike (diosa de la justicia), que castiga severamente las faltas, guarda los cerrojos de doble vuelta. Las ninfas se dirigieron a ella con palabras dulces y consiguieron que descorriera el cerrojo de la puerta. La diosa me recibió con benevolencia, tomó mi mano derecha con la suya y me habló en estos términos...”

Platón
Platón, el filósofo de Atenas del siglo V a.C., tiene una mala relación con las musas... Cuando organiza la ciudad en la República, lo poetas quedan fuera. La relación de Platón con los poetas exige un estudio más profundo. Pero a grandes rasgos, lo que el filósofo critica es la gran distancia con la verdad. Desde la perspectiva de la metafísica platónica que plantea que el mundo cotidiano es una copia, una apariencia de la realidad; que la realidad, que lo más real de lo que existe son las ideas que fundamentan las cosas que vemos, concluimos que lo que los sentidos nos muestran no es más que la copia de la realidad. Nuestros sentidos nos permiten conocer esta realidad aparente, que es una copia de la verdad.
El trabajo de los poetas es una imitación de lo que los sentidos nos muestran, por eso se encuentran a doble distancia de la verdad.
El mundo sensible es una copia de la verdad. La producción poética es una copia de la copia de la realidad.

Boecio
Anicio Manlio Severino Boecio nació en Roma alrededor del 480 d.C. Hacia el 524 fue acusado, arrestado y ajusticiado sin poder defenderse.
La consolación de la filosofía es la obra más famosa de Boecio y fue escrita en la cárcel. El libro comienza con el lamento del filósofo ante la triste fortuna que le toca. Las musas se encuentran a su alrededor consolándolo y lamentándose con él. En ese momento se aparece una mujer de aspecto venerable, con los ojos refulgentes y penetrantes hasta más allá de la acostumbrada capacidad de los hombres. La mujer aleja a las musas porque son sirenas de guardarropía que no pueden brindar ningún alivio a sus dolores, sino que le alimentan con sus dulces venenos. Boecio descubre que esta mujer es La Filosofía. Ella le dice: “¿Cómo podría olvidarte, discípulo mío, y no compartir contigo, participando en tus fatigas, la carga que te has visto obligado a echarte encima, debido al resentimiento suscitado por ser mi discípulo? Además, era inadmisible que Filosofía dejase sin compañía a un inocente, a lo largo de su doloroso camino.

Castellani
Leonardo Castellani nació en Reconquista en 1899 y falleció en 1981. Entre sus obras se encuentra camperas, un grupo de fábulas escritas con personajes y estilo criollo. En la primera de las fábulas, aparece la musa:
“Una buena mañana resulta que me determiné a escribir fábulas. Agarro y me bajo al jardín con Iriarte, Samaniego, La Fontaine y Esopo, entre otros.
Y estando en esas, dale que te dale a los libros, de repente se me aparece la musa de la Fábula.
-¡Ah! ¡Torpe, torpe! ¿Qué haces revolviendo papelotes? ¡Escribe simplemente lo que se te haya ocurrido!
-No se me ocurre nada -le dije.
-Entonces no escribas nada. ¿Quién te manda escribir? ¿Qué se pensaron ustedes, lo que escriben libros a la fuerza? Un libro no se debe hacer sino cuando uno ha concebido allá dentro un concepto vivo, que debe salir a la luz para bien del mundo.
-Yo, señora -le contesté humildemente- no es que no tenga algo que decir al mundo, sino que lo que tengo es medio pobre y buscaba con qué adornarlo.
-Más vale salir pobre, que no vestido de ajeno -dijo ella-. Yo tampoco llevo sedas,  sin embargo no voy a robar a mi hermana Melpómene.
Y me señaló su blusa de percal, y su pollera de merino, el pañuelo del cuello y el rebenque sin virolas.
-¡Pero eso es mentira! -exclamará algún lector adusto-. Ni hay Musa de la Fábula, ni las musas visten así, ni todo esto tiene pizca de verosimilitud...
-Es que esto es una fábula, la primera, mi amigo; que nos enseña que hoy día las musas se visten como quieren, o como pueden, y que para escribir un libro bueno, hay que olvidarse de todos los otros libros, después de haberlos leído todos.”


Mito de las Musas
Hesíodo nombra a las nueve musas en la Teogonía.
“Las nueve hijas del poderoso Zeus son: Clío, la que da fama; Euterpe, la muy encantadora; Talía, la festiva; Melpómene, la que canta; Terpsícore, la que ama el baile; Érato, la deliciosa; Polimnia, la de variados himnos; Urania, la celestial;  y Calíope, la de bella voz.

Mnémosine las alumbró en Pieria, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió Zeus con ella. Y nacieron nueve jóvenes de iguales pensamientos, interesadas sólo por el canto y con el corazón exento de dolores.

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